Si se despide de San Miguel de Tucumán y va rumbo a la Terminal de ómnibus, es muy probable que si desconoce la ciudad baje por la calle Crisóstomo Álvarez, cruce avenida Sáenz Peña, y transite las dos cuadras de Charcas, detrás de la antigua estación. Claro, que quien ya ha recorrido esa zona, no volverá a surcar ese camino, porque el paisaje no es bonito, el pavimento está lleno de baches y muchas personas circulan por la calle. También es una zona maloliente y hasta violenta para la vista y otros sentidos. Entonces, ¿qué despedida le damos a nuestros visitantes?
Jorge Daluz dice que despedimos a los turistas con ratas que comen de la basura que dejan los puesteros a la vista de todo el mundo; y con veredas inexistentes, que parece que fueron devoradas por los vendedores de colchas, DVD truchos y todo tipo de indumentaria de dudosa procedencia. “Me crié en este lugar, hace ya 57 años. Acá tenemos todos los problemas habidos y por haber, como ser el derrame cloacal que viene de los baños de la ex terminal. Desayunamos, almorzamos y cenamos con ese mal olor desde hace 3 meses”, explica el vecino.
Daluz no exagera: hay mal olor en la zona porque constantemente surgen aguas servidas del adoquinado destrozado de la esquina de Charcas y pasaje Díaz Vélez, a un lado de la vía. A su alrededor hay basura desparramada y barro que se mezcla con grasa. Esa materia densa, según los vecinos, es producto de vendedores ambulantes de alimentos (churreros, choripaneros, entre otros) que ocasionalmente se instalan en esos lugares y desparraman desde aceite hasta grasa cuando terminan de trabajar.
Luis Ocampo, que cuida coches detrás de la ex terminal, cree que despedimos a los turistas con mucha basura, como la que se acumula detrás de los baños públicos de donde trabaja. Allí, por el pasaje Sargento Gómez, hay un gran contenedor rojo y otro más pequeño color gris que reciben más desechos de los que pueden acaparar. Entonces, a sus costados hay de todo: desde animales muertos o trozos de ellos, bolsas de todos los tamaños, cajones de madera que alguna vez tuvieron verduras multicolores de los vendedores de la zona, y hasta retazos de tela. Metros y metros cubiertos por basura que nadie quiere ver, ni oler. De todas formas, los automovilistas estacionan su vehículos en ese lugar. “La empresa 9 de Julio debería pasar a las 6 de la mañana por acá, pero no lo ha hecho. Además, creo que tendrían que recoger la basura dos veces al día, porque acá se generan muchos desechos. Son de los puestos de la zona”, agrega el cuidacoche, y destaca que cuando el sol se posa sobre esa montaña de porquerías el olor casi no lo deja trabajar y se ven ratas pululando de un lado a otro.
Un hombre mayor camina lento por Charcas. Pero sus pasos cortos no son por su edad. Se fija a cada rato si vienen autos por detrás. No hay vereda, entonces cuida su espalda. Es que la feria de ropa y otros artículos han invadido la acera. Vienen envalentonados, a alta velocidad, colectivos que agarraron el semáforo verde de la Sáenz Peña. Ese hombre en otro sector tiene que sortear remises truchos que ofrecen un viaje a Leales o a otros destinos lejos de aquí.
Juan Ruiz, que trabaja y vive en la esquina de Charcas y pasaje Díaz Vélez, cree que despedimos a los turistas con mala educación. Porque asegura que si enseñáramos a los niños a cuidar lo que tenemos, a no arrojar desperdicios en la vía pública, a respetar lo que es de otro, a trabajar pensando en los demás, tendríamos una mejor ciudad. “Las cloacas están rotas desde hace tiempo; las arreglan y se trancan de nuevo. Después pasan unos meses hasta que vuelven los de la SAT. Es un tiempo largo. También la gente saca la basura sin importarle si viene el recolector. Otra cosa: se cuelgan del alumbrado público y terminan rompiendo todo. Hay que hacer pequeños actos para lograr un cambio. No hay problema de convivir, pero deberíamos pensar una mejor manera para hacerlo. Falta educación”, explica.
¿Y la renovación?
En 2008, en el marco del programa “Renovación de Áreas Urbanas”, la Municipalidad capitalina inició la recuperación de El Bajo, en vistas al Bicentenario, remozando los frentes de 14 viviendas, que fueron construidas entre 1890 y 1910. Según se dijo entonces, el proyecto contemplaba también desplazar a los vendedores ubicados en el pasaje Sargento Gómez hacia el Predio Ferial, reciclar el edificio de la ex terminal , entre otros ítems. En la actualidad ese proyecto no está en marcha, según expresaron desde el municipio.
“En este momento estamos enfocados en las obras del Bicentenario que necesitamos para julio. El sector de El Bajo lamentablemente necesita más obras de las que podemos hacer hasta julio. Una vez pasada esta fecha retomaremos la renovación, pero necesitamos para concretarlo la gestión conjunta con la Provincia”, sostuvo Isabel Salas, directora de Planificación Urbanística Ambiental del municipio. Además, especificó que dentro de ese plan se modificarán las veredas, se unificarán las mesas y toldos frente a la terminal, se harán merenderos en los alrededores para contener los visitantes y se implementará un ordenamiento del arbolado, entre otras acciones. “La zona de El Bajo es el portal de recepción de toda la gente del interior, junto con la plaza La Madrid. Esos grandes espacios son ideales para que los visitantes permanezcan de la mejor manera mientras esperan sus ómnibus”, agregó la funcionaria.